Friday, October 24, 2014

Las calles de Tacubaya en un sábado por la tarde

Y en esta etapa de lamerse las heridas, 
no sabes dónde pisar, 
qué soñar ni a quién dirigir tu rabia. 

 Te sientes especial porque crees que eres la persona más hundida en el mundo,
 pero no hay una medición que avale eso,
 entonces te refugias en cerveza, en insomnios... 
en otras cosas que te hagan olvidar tu vida.

 Y así, crees que con el tiempo pasará esa tristeza,
 pero los días ambivalentes regresan
 y todo ese desconsuelo llega con más fuerza:
 te quieres arrancar la piel, sacarte los ojos, clavarte el corazón...

 Entonces guardas una moneda de 10 centavos en el pantalón, 
la cual quieres aventar con todas tus fuerzas para que haga eco en el mundo
 y que todos sepan que estás triste, 
que no hay nada que te consuele y que tienes una rabia inmensa... 

 Y así, ya no sabes qué hacer, 
estupidez tras estupidez los tropiezos son el pasatiempo favorito.

 Entonces hay momentos de lucidez (o de auténtica locura) donde vuelves a escribir, 
para recordarla, 
para extrañarla, 
pero imaginas cómo es meterle tres puñetazos en la cara, 
tres patadas en la espalda y una espada por el vientre,
todo por su idiotez.

 Pero todo se queda en (mal) versos,
 no hay táctica ni estrategia, 
no hay suspiros por ella,
 no hay sueños, no hay nada, no hay nada.

 Pero persistes en convocar su recuerdo,
 en vivir con esos demonios, 
en crear tu propio infierno,
 sólo así crees que estarás mejor, 
que serás otro después de, 
pero no, no y no:
hay una atmósfera que creaste con ella y será muy difícil que se vaya...
por lo menos no en 100 años;
 a esperar.

1 comment: