Friday, February 22, 2013

Hasta de árbitro fui cabrón - (Algún capítulo)







Este mini relato es parte de una serie de nombre "Hasta de árbitro fui cabrón", inspirados en mi tío que por razones profesionales y de seguridad omitiré decir de quién se trata:

El día de la fiesta de XV años de su sobrina, Roberto acudió al evento con una típica facha de policía judicial: sus lentes oscuros al estilo Cobra, su chamarra de imitación de piel, su bigote con gran firmeza, su caminado de un clásico tira y sus walkie talkies por si ocurría alguna eventualidad que obligara recurrir al uso de la fuerza, cosa que era común tomando en cuenta que las fiestas en la calle siempre atraían la atención de los que en ese tiempo se consideraban como CHAVOS BANDA.

Ya pasadas las 3 de la madrugada comenzaron los guamazos, LOS MAURICIOS llegaron a invadir el barrio de LOS TRAVIESOS, botellas y sillas comenzaron a volar, la familia de la quinceañera alcanzó a recoger todas las cosas que les fue posible y las metió a la casa de la festejada, mientras que los de la Sonora Santa Rosa alcanzaron a levantar sus instrumentos y llevarlos a su camión para que no sufrieran algún daño. Momentos antes de que empezara la bronca, Roberto había ido a orinar a la jardinera de doña Emma, por lo que a la hora del pleno descontón se vio en medio de todo el alboroto, le cayeron tres piedras en el cuerpo pero ninguna hizo que tirara su cuba.

Eso sí, cuando regresó a la casa del festín (todavía en plena bronca), sus lentes, pese a que los traía puestos, ya mostraban cierta descomposición, su bigote ya no contaba con la firmeza de unas horas antes y su chamarra ya presentaba algunas rasgaduras, por no decir que ya no traía una manga, y de los walkies talkies ni hablar, esos ya los había perdido cuando sacó a su comadre a bailar en esa cumbia delirante de nombre "YOLANDA".

 Cuando logró adentrarse a la casa donde fue la fiesta, todavía seguían volando las piedras en la calle 8, pero Roberto ya estando adentro tropezó con uno de sus sobrinos, al que nunca había visto en su vida, y éste en tono de reclamo le cuestionó:

- Oiga tío, ¿por qué no llama a la policía judicial?

- Pues que le llamen los de la fiesta, a mí que no me metan en sus broncas - contestó Roberto.

 - ¿Pues que usted no es judicial?

- No, yo sólo soy velador del mercado de la Romero Rubio...de policía ni lo culero.